Conquista de lo inútil
"A la noche terminé
de leer un libro, y como me sentía muy
solo, enterré el libro al borde de la selva con una pala prestada."
1.
No
necesitaba estímulos externos para querer conseguirme cuanto antes un ejemplar
de Conquista de lo inútil, el diario
de Werner Herzog durante la filmación de Fitzcarraldo.
Sin embargo los estímulos no pararon de llegar. Todos me hablaban de su
sorpresa: de la distancia entre el libro y sus expectativas. Algunos lo habían
empezado esperando encontrar la mirada que un europeo como Herzog puede tener
de un lugar como la selva peruana. Otros, un manual de procedimientos cinematográficos
personales, en la línea del célebre Días
de una cámara de Néstor Almendros. Otros, una lista de exabruptos y
papelones protagonizados por Klaus Kinski. Y los menos pretenciosos, una
chismografía de la farándula mundial de esos años (1979-1981). Lo que ninguno
de mis informantes se esperaba era que el diario de un cineasta pudiera estar
escrito con una prosa tan cuidada, pudiera estar tan lleno de frases
subrayables, párrafos a marcar con corchetes en los márgenes, tanta poesía.
Para muestra, el epígrafe suprascripto.
2.
El
diario de Herzog es sin embargo también todo lo que mis informantes esperaban.
Para empezar, si lo que se busca es conocer las aventuras de Werner Herzog en
Perú, Conquista de lo inútil cumple
las expectativas absolutamente. El entramado de relaciones que el director tuvo
que mantener con el Estado peruano, el ejército peruano, las comunidades
indígenas locales y los habitantes de Iquitos, relaciones siempre complejas y
teñidas por las sospechas que despertaban las intenciones de un europeo
desplegando un campamento en la selva fueron tan complejas que sorprende hasta
el anonadamiento el que hoy podamos ver Fitzcarraldo
terminada.
3.
Conquista de lo inútil es también pedagógico, para
el que lo quiere leer buscando lecciones. Seguramente no a un nivel técnico, pero
definitivamente sí al nivel más llano y abarcativo y también trascendente en el
que cualquiera más allá de su oficio puede extraer lecciones de la experiencia
ajena, por cursi que esto pueda parecer. Va un ejemplo. Resulta que hay dos
ingenieros trabajando en el rodaje, y el trabajo que tienen que desarrollar es
tal vez el más importante para el éxito de la película: son los encargados de
que se logre el objetivo de Fitzcarraldo, izar el barco de vapor por encima de
la montaña para que llegue por tierra desde un río hasta el otro. Como los que
vieron la película saben, lo principal era que el barco realmente subiera la
montaña: un truco hubiera arruinado el punto de toda la cuestión. En cierto
momento, los ingenieros tienen una discusión sobre el método a utilizar. Uno de
ellos, convencido de que la tarea es imposible, quiere arrasar la montaña para
que el barco pase por una superficie plana. Abro cita textual, página 189:
"Le
dije que no lo iba a permitir porque de esa forma perderíamos la metáfora
central de la película. Metáfora de qué, me preguntó. Le dije que eso no lo
sabía, sólo que era una gran metáfora. Quizás no era más que una imagen que
dormita en todos nosotros, y yo soy apenas aquel que la pone en contacto con un
hermano al que todavía no conoció".
4.
También
es cierto que en Conquista de lo inútil
cunden las apariciones estelares. Y no sólo las de los participantes del
rodaje, como Mick Jagger y por supuesto Klaus Kinski. Hacen su aparición
personajes como F. F. Coppola o M. Vargas Llosa, pero eso es sólo el principio:
en un momento Herzog almuerza con un nonagenario Abel Gance, ese padre del
lenguaje cinematográfico nacido en el siglo XIX y al que no le quedaba mucho tiempo
sobre la Tierra. En
otro momento, con Stanley Kubrick, en pleno rodaje de El resplandor. Y esos encuentros no son casualidad, porque Herzog
no está haciendo una película más. Aunque él no pueda saberlo, la película que
está intentando filmar será uno de los hitos del cine mundial y de la historia
de su país. El afiche de Fitzcarraldo
es uno de los pocos elementos del cine que se exponen en el museo de historia
alemana de Berlín.
5.
En
definitiva: Conquista de lo inútil es
un gran libro, y es posible que siga siendo importante en años por venir. La
excelente traducción de Ariel Magnus ayuda a disfrutarlo en su completitud. La
sinceridad del autor, lo épico de los acontecimientos y el ritmo de relato se nos
impone y hace que no podamos evitar empatizar con Werner Herzog cuando, cerca
del final del diario (y del rodaje), leemos:
"Siento
que estoy en una sala de conciertos donde se estrena una obra orquestal poco
conocida y al final nadie sabe bien si terminó, es decir si deben aplaudir, y
como nadie quiere quedar como un ignorante empezando demasiado temprano a batir
las palmas, cada uno espera un momento a ver qué hacen los demás, ese momento
de silencio e indecisión en el que la ovación no acude a redimir: en ese
momento, pero dilatado por meses, he caído ineluctablemente."
Alejandro Schonfeld
Conquista de lo inútil
Werner
Herzog
Ed.
Entropía
272
p.
PVP $84