“Las peripecias
de la aventura nos habían llevado, a través de los altos y bajos de la noche,
al corazón de lo serio, y una vez allí volvíamos a ser las dos chicas que
salían un sábado a la noche a buscar el amor y reparar las injusticias de la
sociedad.”
1.
Capaz un día César Aira escriba una novela más y diga
“Listo, terminé”. Por ahora lleva escritos y publicados más de cincuenta libros
y no parece haberse agotado. Descubro que leí, con este, diez de ellos, y si
existiera un esbozo de conclusión general (mía) sobre la literatura de César
Aira podría ser algo así como “Aira sólo se parece a Aira”. O también, más
desde la popular, “Aira es un capo”. Hay quienes –desde el esnobismo – plantean
que Aira escribe siempre lo mismo. Tengo dos respuestas simultáneas para darles
a estos hipotéticos críticos esnob: sí y no. Sí porque, por un lado, Aira es un
estilo en sí mismo (o varios). Y también no, porque una vez que te das cuenta
que Aira tiene un estilo tan propio (y no hace falta leer varias novelas para
encontrarlo: a lo mejor con una alcanza) y con ese conocimiento disponible
tratás de formular hipótesis probables sobre lo que está por venir, es muy
probable que te estés equivocando. Todo puede ser siempre más fantástico, y
también más convencional, y también más aleatorio, y también más significativo
de lo que pensás. Lo que nos lleva de vuelta a mi segunda conclusión sobre la
literatura de César Aira: qué capo.
2.
“De la saga de
milagros que constituía nuestra amistad podía esperarse perfectamente que nos
encontráramos por casualidad en la disco más chica del mundo.”
Una sinopsis posible y sin spoiler alert: en algún punto de los años noventa, en la noche de una
reconocible pero mutante ciudad de Buenos Aires, dos amigas cometen un crimen
por despecho y huyen en círculos que las llevan una y otra vez a los mismos
lugares: el Bar Lilliput, la calle Florida, Chez Tatave, una estatua de San
Martín, la sinagoga engualichada de la calle Libertad.
3.
“Sentíamos el
sabor del crimen, que nada iguala en la realidad, ni la droga, ni el sexo, ni
las privatizaciones”.
Los noventas es sin duda uno de los temas de la historia, ya
desde la campera de cuero azul de la tapa (que nos recuerda la descripción de
los noventa del escritor Sebastián Kirzner: colores primarios, frutas, Ritmo de
la Noche). La
novela está plagada de alusiones a la “movida” de esos años. El otro tema es,
como dice la contratapa, “un interrogante generacional y de género”. La
amistad, el amor, la maternidad, la sexualidad, distintos ejes de reflexión atraviesan
intempestivamente la novela con una óptica tan exacerbadamente femenina (ya
desde el título y la frase que abre el texto) que pegan la vuelta: pasan del
delirio y la parodia a la seriedad más absoluta. Y decimos “de reflexión” no
porque sí: la práctica o el oficio han vuelto a Aira un genio de los ritmos, y
entonces –por ejemplo – en medio de una encarnizada batalla entre estatuas
vivientes y patovicas, puede detener la acción con una párrafo en primera
persona sobre la modernidad y el estilo que te abstrae de lo anterior, para
casi de inmediato arrojarte como nuevo al fragor absurdo del que te había
sacado.
4.
Yo era una chica
moderna no es la
última novela de César Aira (es de 2004), pero tiene una reedición reciente y
muy cuidada por Interzona, con guardas, tinta en dos colores y todos los
chiches. Si todavía no la leyeron, no se la pierdan.
Alejandro Schonfeld
Yo era una chica moderna
César Aira
Interzona
84 p.