1.
Hitchcock
le cuenta a François Trouffaut en El cine
según Hitchcock (Alianza, varias ediciones) que para él sus películas ya
estaban terminadas en la etapa del storyboard.
Que lo que venía después lo aburría sobremanera, porque los storys de sus películas eran tan
minuciosos y completos que todo lo que tenía que hacer era seguirlos al pie de
la letra. En ese sentido, si alguien decidiera hacer de Fueye una película, y tomara la historieta tal cual es como su storyboard, flor de película tendría
entre manos. Alcanza con imaginarse las primeras tres viñetas del libro como si
fueran los primeros tres planos de esa superproducción: abrumadores. Si ya son
abrumadores en el libro… Podés tenerlo en tu regazo y estar mirando para abajo,
pero el tercer cuadro a doble página se siente igual que si uno estuviera
sentado en la primera fila del cine Gaumont, mirando para arriba… Pensándolo
bien, eso se llama empatía: los que miran para arriba son los personajes de
esas viñetas, italianos en un puerto en 1916 tratando de abarcar con los ojos
el transatlántico en el que se van a pasar los próximos tres meses de sus
vidas.
2.
Me
pasó que tuve Fueye sin abrir, casi
sin ojear siquiera durante varios días. Salió de la librería y llegó a mi
escritorio y se quedó quieto ahí, esperando su momento. Yo no tenía referencias
previas ni del libro ni del autor, aunque sí de la editorial (La Editorial Común ,
que como se habrán enterado por diversos medios, es un emprendimiento relativamente
reciente de Ricardo Liniers Siri y Angie Erhart del Campo para editar en el
país novelas gráficas de autores que a ellos les gustan) y también sabía lo del
premio (Internacional de Novela Gráfica Fnac-Sins entido) pero eso tampoco me
decía mucho. Cuando finalmente me decidí y me senté a leer Fueye, a mí alrededor bien puede que hayan pasado al galope una
horda de hunos vociferantes sin que yo me haya enterado. Esas abrumadoras tres
primeras viñetas (sí, insisto con ellas) son el señuelo perfecto para todo lo
que viene después. Cuando logré cerrar el libro para volver a mis obligaciones
1916 había quedado atrás y ya era 1968 en Buenos Aires, en la página 100. El
olor a tinta debe haber colaborado en la hipnosis. (Aquellos que disfrutan del
olor a libro nuevo, preparensé).
3.
Voy
a prescindir de adelantos sinópticos, es mejor si lo descubren por ustedes
mismos. Sólo doy algunas nociones para aquellos que no pueden sin ellas: es una
historia con inmigrantes, malevos, anarquistas, bandoneones, corrupción, orgías,
infancia, travestis, cárceles, oficinas, amores desgraciados… que transcurre en
las décadas del ’10, del ’30, del ’60… Y también es otra historia, una
contemporánea, aunque también porteña, también con inmigrantes y también con bandoneones.
4.
Hablando
de bandoneones, esto: así como en el bandoneón se oye a la vez lo que se toca y
cómo se lo toca (cuando suenan a la vez las notas y el claqueteo de la
botonera), en Fueye González nos
muestra lo que dibuja y cómo lo dibuja: las diferentes etapas del dibujo se
superponen sin taparse entre sí, agregando sentido en la presencia simultánea. Y
hablando de bandoneones, también esto: el disco Fueye, del bandoneonísta Marcelo Mercadante (más doppelgänger que banda sonora del libro).
Se lo puede bajar de la página web del músico, bajo licencia creative commons. Les recomiendo
perentoriamente que no se pierdan ninguno de los dos.
Alejandro Schonfeld
Fueye
Jorge González
La Editorial Común
192 p.