Recomendado: Así es como la pierdes

Así es como la pierdes, de Junot Díaz  


Mondadori, 2013
208 páginas

Junot Díaz nació en República Dominicana. Como muchos compatriotas suyos, a los seis años viajó con su familia a Nueva York, donde vive desde entonces. En 2008 irrumpió en el mundo literario con la novela La maravillosa vida breve de Óscar Wao, por la que ganó un Premio Pulitzer y por la que su nombre empezó a sonar con insistencia en las conversaciones de los que se recomiendan libros. Ahora publica Así es como la pierdes, su segundo libro de relatos –el primero había sido Los boys, de 2009–, aunque el hecho de que el protagonista sea el mismo en casi todas las historias hace que estas puedan leerse como una sola, de la cual solo tenemos fragmentos, instantes. 


En uno de los relatos con nombre de mujer, “Nilda”, se dice: “Ese fue el verano en que todo en lo que nos íbamos a convertir estaba flotando sobre nosotros”. La definición podría extenderse a todos esos instantes de la historia de Yunior que se cuentan en Así es como la pierdes, aunque la perspectiva no es la de lo que viene. La relación con el futuro de los dominicanos que, como Yunior, dejaron atrás Santo Domingo para probar suerte en Estados Unidos, es compleja. Una mujer, que vive en Nueva York hace años, dice sobre las recién llegadas de “la isla”: “están muertas de cansancio por el peso de las promesas que han hecho. Quiero aconsejarlas: no hay promesa que sobreviva a ese mar”. Durante el viaje, durante esos primeros días en que no se puede salir por el frío, algo se rompe, deja de ser como era. Entonces mantener las promesas consume demasiada energía, porque implica hacer perdurar a la fuerza lo que ya no es, en un clima hostil, en un idioma extraño. Esa mujer las ve en la lavandería del hospital en la que trabaja. Son como ella cuando recién había llegado: lloran, faltan, algunas no aguantan y un día no aparecen más. 

El reverso de ese futuro que flota sobre los personajes pero que todavía no llega es, entonces, lo que se deja atrás. Lo que cuentan estas historias es precisamente el instante de esa pérdida: casi siempre del amor, pero también de la vida. En Así es como la pierdes hay una muerte, pérdida absoluta que gravita sobre todas las otras historias, convirtiéndolas en pequeñas repercusiones. Aunque, para ser exactos, tampoco se narran la muerte ni las pérdidas. Se narra lo que pasa antes, lo que pasa alrededor, muy poco de lo que pasa después. Son historias sobre lo que está dejando de ser: instantes en que el pasado está en solución, disolviéndose.

El amor, la vida, el origen: están ahí todavía, pero sabemos que están a punto de desaparecer, que asistimos al final. Lo mismo sucede con las palabras en español –el español caribeño, latinoamericano– que aparecen desperdigadas por el texto, originalmente escrito en inglés. Algunas, ya mezcladas, en spanglish, otras, muy pocas, en español: huellas de lo que ya no es.

Lo que se rompe, sin embargo, no hace ruido. No vuelan platos por el aire ni estallan. Pero tal vez es peor: sin estrépito se rompe una promesa. Se rompe un corazón, y deja de latir. Y así, al cerrar el libro, algo cruje adentro. Quedamos marcados por la visión de esa fragilidad.


Lara Segade