MÁS ACERCA DE CUENTISTAS ARGENTINOS






Hay un hilo conductor que tensa la acción en los relatos de Parte doméstico: hombres en problemas. Hombres abandonados, lastimados por mujeres o, mejor dicho, por el lado femenino del mundo. Está quien le teme al afuera de su casa porque las reglas de ese exterior se han vuelto extrañas, y quien queda preso en el interior de una vivienda que se torna un hábitat perverso. Está quien se deja seducir por lo exótico, y quien en inferioridad de condiciones se somete al deseo del otro -también de lo otro-. Están las historias que se desarrollan en escenarios lejanos, en lugares que se mezclan, que se sueñan, que se ensañan con los cuerpos que de a poco se mudan en campo de batalla.
En una zona donde lo real pierde sus contornos para adentrarse en un realismo distorsionado -como en una canción de Sinatra reproducida al revés-, los cuentos de Oliverio Coelho toman forma en la palabra precisa, en un estilo sobrio y medido que se esconde detrás de su aparente calma el estadill de una de las prosas más personales de la narrativa joven argentina.




¿Qué hay detrás de la oscuridad más densa? ¿Qué es lo que palpita en el espasmo del miedo? En los cuentos de Los peligros de fumar en la cama, el terror roza lo cruel para hacer pie en el grito mudo de la pesdilla, en las piernas que que no respondan a la huida.
Cómo hacer frente, si no, a su verdadera exhibición de atrocidades? Un bebé muerto que reaparece reclamando parte de su pasado; la densidad del agua de una tosquera y los ladridos de unos perros; el poder que ejerce la carne del ídolo muerto sobre sus fans; los fantasmas que habitan en un hotel de la playa; la maldición que lleva a un barrio a la ruina; la violencia que aquello que no se deja ver imprime en el cuerpo de una adolescente; la obsesión por un corazón; un ejército de chicos desaparecidos que surgen de la nada; un aljibe, las "viejas" de pueblo y sus brujerías caseras...
Ahí, en donde la mayoría de los que cuentan eligen el silencio y prenden la luz para ahuyentar las sombras, los relatos de Mariana Enriquez -como una escena de El resplandor loopeada hasta el paroxismo- toman prestadas voces bien disímiles, siempre al borde del delirio, para darle forma a una de las propuestas narrativas más contundentes y extremas de la literatura argentina.
¿Cuál es el revés de la trama de lo cotidiano? ¿Qué se esconde detrás de esa calma aparente que se sucede día tras día? Cuando lo "normal" muestra su hilacha, es posible que lo haga con el tono de los cuentos de La hora de los manos.
Una duermevela extraña que tiñe, entre otros, los movimientos de los adolescentes de un pueblo que giran en falso entre la muerte y sus calles; o una tarde que termina en una tragedia sin sentido en el estacionamiento de un supermercado; también la previa de un viaje en avión que despega desde la selva brasileña; la intimidad de una pareja asediada por la locura; la relación de una señrora mayor con el zoológico y los extraños ritos de una dansa demasiado de vanguardia. Cada una de las narraciones de Federico Falco descorre la figura velada de un cuadro que detrás de su tela -como una obra de Francis Bacon replicada al infinito- esconde un orden que roza lo siniestro. Una prosa por demás personasl, que hace de la construcción de climas únicos, y no de la acción vertiginosa, su estrategia narrativa y, lo más importante, su extrema originalidad.

Entre la noche insomne y la viligia, los cuentos hipnóticos de Pájaros en la boca horadan lo real con una crueldad aterradora. Crudos, extraños, insólitos: lo raro se impone en ellos a veces con una sospecha trivial y silenciosa. Otras, con una densidad violenta e irreversible, como en una película de David Lynch, o en una pesadilla kafkiana.

Un cavador fanático, un hombre solo con su mujer muerta en el piso de la cocina, la ruta, ruidos cacerías en la estepa, la furia de las pestes, la tensión, la desesperación.

Ganador del premio Casa de las Américas 2008, este libro de realtos se mueve en la delgada línea que separa lo fantástico de lo real, lo sobrenatural de lo cotidiano, en un estilo fluido y precioso. Una visión particular del mundo que confirma a Samanta Schweblin como una de las narradoras argentinas más importantes y originales de su generación.