MÁS ACERCA DE AMSTER Y SU NUEVO LIBRO



Pablo Amster (Buenos Aires, 1968) es doctor en Matemáticas de la Universidad de Buenos Aires, donde actualmente es profesor adjunto del Departamento de Matemática de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, y es también investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Es autor de numerosos trabajos de investigación científica y colabora en diferentes proyectos en universidades argentinas y extranjeras. Con frecuencia dicta conferencias y seminarios de divulgación y escribe textos destinados al público no matemático.
Ha publicado La matemática como una de las bellas artes (2004) y Mucho, poquito o nadaUn pequeño paseo matemático (2007). Fondo de Cultura Económica ha editado Fragmentos de un discurso matemático (2007).
 “¿Música y matemática? ¿Qué tienen que ver? Mucho, tal vez todo, como explica el matemático y guitarrista Pablo Amster en este concierto para números, frecuencias, relaciones aritméticas y muchas otras sorpresas.
Si ya los griegos, con mil distintos tonos de barba, descubrieron su propia música de las esferas, no es menos cierto que las octavas, las quintas, las terceras y todos los demás intervalos son, en el fondo, relaciones numéricas que pueden llevarnos al deleite o a taparnos los oídos.
Amster nos pasea por las notas y las fracciones con fascinación y seguridad, recorriendo el mundo en una cuerda de guitarra y terminando nada menos que en el tango, cuna de compadritos, lógicos y geómetras. Después de ¡Matemática, maestro!, ya nada será lo mismo: ni un bolero, una milonga, una sinfonía o un teorema. ¡Y que vivan las octavas! (esas que matemáticamente tienen doce partes, y no ocho…).”

Leé el prólogo:

ESTE LIBRO (y esta colección)

La musa es una sola musa

o es una serpiente de muchas cabezas.
Andrés Calamaro

Sin música para decorarlo, el tiempo no es más que una serie de plazos límite o de fechas en las que pagar las cuentas.
Frank Zappa

Una octava es una realidad matemática.
James Taylor

Si bien originalmente todas eran inspiradoras de la música, la que se quedó con tal gloria fue Euterpe, musa de todas las notas y de todas las flautas (luego quedó embarazada por nada menos que el río Estrimón, pero ese es, literalmente, otro cantar…). Lo curioso es que a Euterpe, en realidad, debemos considerarla una matemática, tanto como a Beethoven, Ella Fitzgerald o Paul McCartney. Es que la música es, en el fondo, ni más ni menos que una rama de la matemática, como bien explica este maravilloso libro de Pablo Amster (curioso espécimen de doble personalidad matemusical).
Si, como dijo un tal Galileo, el universo está escrito en el lenguaje de la matemática, entonces uno de sus dialectos favoritos es ese que viene escrito en paquetes de cinco rayitas cruzadas por pelotas blancas o negras, rayas y signos que no tienen nada que envidiar a la más elegante de las ecuaciones.
Pero, ¿cómo puede ser que el vehículo de la pasión, las emociones, el vino, las mujeres y el canto pueda “reducirse” a una notación fría y calculadora? Tal vez el secreto esté en considerar que no se reduce, sino que se explica, se entiende para, en el fondo, disfrutarla más. Entender el mundo y sus sonidos no es quitarle belleza o magia: por el contrario, nos permite disfrutarlo al máximo, tanto sea en Woodstock, en el teatro Colón o en el laboratorio.
Así, las octavas, las escalas, los acordes y las tonalidades pueden ocupar su lugar en el mismo estante que los teoremas y los boleros, las demostraciones y los ukeleles. Esta mirada tiene también sus grandes ventajas: la próxima vez que, cantando una que sepamos todos, debamos pasar de la tonalidad de MI a la de DO mayor, bastará subir las frecuencias por un factor de 1,259921, y a seguir el fogón como si nada.
Así, podemos tener no solo un arte, una neurociencia musical (que explique qué le pasa a un cerebro perdido en un laberinto de notas y figuras), una física de los sonidos y sus combinaciones, sino también, una geometría y aritmética de la música de las esferas. O sea que no hay una sola musa, sino una serpiente de muchas, y deliciosas cabezas.
Pero hay para todos los gustos: por si fuera poco, el malevo Amster se mete con lo sagrado, y descubre la matemática del mismísimo tango, compadrito, lógico y aritmético. Y ya nunca será lo mismo escuchar a Cantor o Euler, o demostrar algún teorema de Carlitos Gardel.
Como dijo Otro Gran Matemático (Leibniz), la música es el placer que el alma humana disfruta al contar sin saber que está contando. Pasen y vean. Y cuenten. Y escuchen.

Esta colección de divulgación científica está escrita por científicos que creen que ya es hora de asomar la cabeza por fuera del laboratorio y contar las maravillas, grandezas y miserias de la profesión. Porque de eso se trata: de contar, de compartir un saber que, si sigue encerrado, puede volverse inútil.

Ciencia que ladra... no muerde, sólo da señales de que cabalga.

 

Diego Golombek

Director de la colección